Rafael Santandreu: "Confundimos los deseos con necesidades"
Afirma que la sociedad occidental está angustiada por lo que él llama ‘necesititis’, y aconseja aprender a respirar como método antidepresivo.
Entrevista de : GASPAS HERNÀNDEZ–¿Cuándo vamos a ser felices?
–Cuando no estemos tan nerviosos y tengamos sosiego interior.
–Muy bien.
–También cuando tengamos tranquilidad para disfrutar de las pequeñas cosas.
–¿No la tenemos siempre?
–No, cuando estamos mal, es una de las primeras cosas que perdemos, así como la capacidad de amar.
–Por tanto, soy feliz si estoy tranquilo y tengo capacidad de amar y de disfrutar de las pequeñas cosas.
–Con la neurosis, perdemos la capacidad de disfrute: una anoréxica y un deprimido tienen esto en común. Cuando se curan te dicen: «¡No me había dado cuenta de lo bonitos que son los árboles!».
–¿Cómo es la felicidad?
–Como hacer un pastel. Hay que conocer la receta: sus ingredientes y las cantidades de cada uno de ellos.
–Un ingrediente, por favor.
–La buena relación de pareja. Hemos de buscar en la pareja a un padre o a una madre.
–¿?
–Sí, es muy chocante. Eso de que tu mujer te haga de madre no nos gusta. Boris Cyrulnik afirma lo contrario. Los niños de 2 o 3 años se atreven a explorar una habitación si tienen a su madre a la vista. Necesitan una base segura para salir a explorar el mundo.
–¿Y los adultos?
–Pues igual. La base segura es alguien que afectivamente es un soporte, alguien a quien acudir. Pero si tu mujer te hace de madre, tú le tienes que hacer de padre. En caso contrario, el desequilibrio sería nocivo.
–¿La base segura es solo la pareja?
–No, puede ser la familia o la iglesia o un trabajo.
–¿Más ingredientes del pastel?
–Uno que parece un poco tonto: la respiración. Alguien tranquilo respira más profundamente y con un ritmo pausado. Los ansiosos respiran superficialmente y con demasiada frecuencia. Cuando te pones nervioso, respiras así; pero si respiras así, también te pones nervioso. Un antidepresivo sensacional es la respiración.
–¿De qué se trata?
–De aprender a respirar de una manera más profunda y pausada. Un buen consejo es hacer deporte por la mañana, para oxigenar el cerebro y respirar profundamente. Te va a hacer bien durante todo el día.
–¿Cuál es el principal obstáculo para la felicidad?
–La necesititis.
–¿Qué?
–Así lo llamamos algunos psicólogos. En Occidente tenemos un problema de necesititis. Confundimos los deseos con necesidades. Lo que queremos, los deseos, lo tomamos como necesidades.
–Cuéntenos.
–Yo puedo querer un Ferrari, pero si estoy sano mentalmente me diré que no lo necesito y no será el fin del mundo si no lo tengo. La sociedad actual confunde deseos con necesidades y crea muchísimas necesidades: el éxito profesional, un matrimonio que funcione, hijos que sean buenos estudiantes, una casa confortable.
–Una casa en propiedad...
–Esta es una de las neuras que nos ha ocupado los últimos años. Si no tenías un piso en propiedad eras un desgraciado. Eso es la necesititis.
–¿Qué necesitamos realmente?
–Comer y beber. Con eso es suficiente para ser feliz. Es nuestra mente la que nos dice que necesitamos más. Ese es el problema número uno.
¿Y si logras lo que deseas?
–Continuarás siendo infeliz. Si no lo tienes, eres infeliz porque no lo tienes, y si lo tienes, porque lo podrías perder y porque no te da el placer que creías. Esto desencadena una espiral: «Tengo que buscar más», «necesito que sea mejor», «mi mujer no me da suficiente felicidad; tengo que buscar otra». Y así infinitamente. La infelicidad no tiene fin, porque procede de ideas irracionales.
–Qué contundente.
–Un día en una conferencia lo dije y un hombre se enfadó. Me dijo que no entendía cómo podía hablar de necesititis ante él, que tenía 50 años, estaba en paro y tenía dos hijos.
–¿Y qué pasó?
–Hablamos y al final me dijo: «Basta ya de decir que estamos en paro y que es el fin del mundo. Es malo, pero no es el fin del mundo». ¿Necesitamos un empleo seguro? No. ¿Es bueno? Sí, pero no lo necesitamos.
–Si no tengo trabajo, ¿dónde viviré?
–No necesitas un piso de propiedad.
–¿Y qué comeré?
–Seamos realistas. La comida en Occidente difícilmente depende de un trabajo estable. Si vas a un supermercado a la hora del cierre, puedes comer sin necesidad de un empleo. Incluso puedes adelgazar.
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